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Heridas de la infancia: cuando el dolor interno puede dañar a otros

Heridas de la infancia: cuando el dolor interno daña a otros y genera karma negativo

Las heridas emocionales que se forman en la infancia pueden tener consecuencias devastadoras en la vida adulta. Muchas veces, esas heridas no sólo afectan internamente a quien las sufrió, sino que terminan manifestándose en actos que dañan a otros. Desde la mirada de las Constelaciones Familiares, estas heridas no resueltas desordenan la vida emocional, y cuando se combinan con dolor profundo, pueden derivar en actos de violencia o transgresión.


Heridas que duelen… Y a veces destruyen

Entre las cinco heridas fundamentales —abandono, rechazo, humillación, injusticia y traición—, la herida de traición puede ser una de las más complejas y explosivas. Quien ha sido traicionado en su niñez, especialmente por una figura de confianza como un padre o madre, un familiar o persona no necesariamente cercana, puede crecer con una sensación de desconfianza permanente, miedo al engaño y necesidad de control.

Cuando estas heridas de la infancia no se reconocen ni se trabajan, pueden transformarse en ira, resentimiento y deseo de venganza, lo cual, en ciertos casos, se manifiesta en conductas delictivas como robos, agresiones físicas o incluso asesinatos. No es una regla, pero sí una tendencia en ciertos casos. Muchas personas que transgreden gravemente las normas sociales han vivido por traiciones profundas en su etapa primaria.

Heridas de la infancia Cuando el dolor interno daña a otros y genera karma negativo

¿Has escuchado a personas decir “No busco quien me la hizo, sino quien me la pague”?
Quien habla de esta forma seguramente tiene heridas ocasionadas en alguna etapa de su infancia que no han sido tratadas.


Las heridas pueden llevar al crimen

Esto no significa justificar el daño que alguien causa, pero sí comprender que detrás de muchas acciones violentas o criminales, hay una historia de dolor no resuelto. El abandono emocional, el rechazo constante, la humillación sistemática o la traición pueden alimentar una identidad herida que actúa desde la supervivencia o desde una sensación de «derecho a devolver lo que me hicieron».

Por eso, entender y sanar estas heridas no es un acto de debilidad, sino de profunda responsabilidad. Es un acto de amor y conciencia personal.


Las consecuencias personales de actuar desde la herida

Cuando alguien actúa desde su dolor y daña a los demás, genera un daño negativo para sí mismo, que la vida de una u otra forma hará compensar. Es decir, crea consecuencias que inevitablemente volverán a su vida en forma de sufrimiento, pérdida, relaciones rotas o incluso enfermedades. Esto no es castigo, sino consecuencia: cada acto que nace del desorden interno crea un efecto que regresa al origen.

Mientras más pronto sane sus heridas de la infancia o posteriores, deja de afectar y las consecuencias a compensar dejan de crecer.


Sanar es un acto de valentía

Sanar es un acto de valentía. Significa mirar hacia adentro, reconocer que lo que nos hicieron fue injusto, doloroso o incluso devastador, pero aun así decidir no seguir repitiendo el patrón. Es honrar nuestra historia sin quedar atrapados en ella.

Desde las Constelaciones Familiares entendemos que cada herida, por profunda que sea, puede ser mirada con respeto, y al hacerlo, algo dentro de nosotros se reorganiza. Recuperamos la fuerza que quedó congelada en el momento del dolor, y al integrarla, dejamos de reaccionar desde la herida para empezar a responder desde la conciencia.

La sanación no borra lo vivido, pero transforma la forma en que lo llevamos. Nos permite elegir con libertad en lugar de repetir desde el dolor.

Cuando una persona sana, su transformación no solo la libera a ella, sino que favorece las condiciones para reparar el daño causado al haber vivido y actuado desde las heridas.

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